martes, 9 de agosto de 2011

SANTIAGO; CIEN AÑOS DE UN PUEBLO EN SU HISTORIA


(Leído en la conmemoración del centenario de la revolución mexicana en Santiago Ixcuintla, la noche del viernes 19 de noviembre del 2010)


Dicen que en Europa hay pueblos que han llevado la crónica de lo que pasa día a día durante cientos de años y la guardan en la biblioteca de su ciudad para consulta de las generaciones venideras, saben la importancia del rescate de las tradiciones, leyendas, personajes e historias de lo que pasa ahí porque son ingredientes que les dan identidad y porque conservar esas historias invitan a que los protagonistas, por mas antiguo que sea o mas anónimo que parezca, no mueran nunca.

Santiago Ixcuintla es uno de esos pueblos que aunque nadie escriba la crónica diaria y la deposite en la biblioteca, la memoria colectiva se encarga de hacerlo de boca en boca, los diarios, noticiarios y ahora las redes sociales la transmiten mucho mas allá de nuestros confines.

Quizá esta práctica ahora se repita en la mayoría de los municipios de Nayarit o incluso en pueblitos pequeños, pero la búsqueda de la historia y por lo tanto, de la identidad que nos caracteriza ha sido una práctica de los santiaguenses desde hace muchos años y eso nos hace diferentes de los demás.

Hace cien años, Santiago Ixcuintla era ya un centro urbano de más de 5 mil habitantes que ya contaba su propia historia. Hace un siglo, había sido un centro económico importante productor de algodón y de textiles que había instalado una factoría al pie del cerro y habían construido viviendas para los obreros que hoy se conocen como "La Flauta" y que son fiel testimonio de esa época.

El señor de la Ascensión ya era el patrono del pueblo y la gente de la comarca le festejaba su día cada mes de mayo, realizando su ofrenda en el templo y bailando en tarimas colocadas alrededor de la plaza. Ya para entonces la imagen crucificada había sido robada por las huestes lozadistas y regresada por una creciente del rio hasta su casa. No hay pueblo que en Nayarit cuente esa historia y que además, se considere como un eje central de nuestra identidad como santiaguenses.

La segunda década del siglo pasado, que inició como en todo el país, festejando el centenario de la independencia con nuestros modestos aportes. En 1910, Cambiamos el status de villa a ciudad y, como parte de la conmemoración, inauguramos uno de los más bellos rincones de nuestro pueblo, El jardín Juárez, plaza triangular como muchas en París, rodeada de palmeras, mudo testigo de tórridos romances y besos inolvidables de ya muchas generaciones de santiaguenses.

En la convulsionada década de la lucha armada, Santiago no se libró de los balazos. Pasaron por nuestro pueblo los generales Lucio Blanco y Rafael Buelna "El Granito de Oro" quien, dicen quienes lo vieron, se paseaba en su caballo por la orilla del rio, eludiendo con aplomo y desdén las balas enemigas disparadas desde el otro lado.

El término del conflicto armado trajo a la región una relativa estabilidad que permitió la emigración de muchos mexicanos que huían de regiones mas convulsas y de hombres de negocios que veían en las nuevas y húmedas tierras de cultivo una oportunidad de prosperar en las entonces lejanas tierras de la costa santiaguense

En los alegres 20 llegaron a Santiago decenas de personajes que le dieron forma a un modelo económico que fue exitoso en su tiempo; La estabilidad lograda después de los años de guerra, el crecimiento de la población y el restablecimiento de una economía cada vez mas fuerte e integrada internacionalmente, trajo mas bríos a estas tierras.

El tabaco, ahora tan criticado por las buenas conciencias, fue el elemento central que trajo el progreso a estas tierras y las convirtió en "La Costa de Oro". Tras las húmedas tierras donde se cosechaba la planta de mejor calidad, vinieron a estos lugares empresarios de nuevo tipo, vinculados a los mercados mundiales y con practicas distintas de la explotación agrícola. Ahí surgieron nombres como Pedro Maus, Rafael Tortajada, Leopoldo Caraballo y. Epifanio González quienes, venidos de otras tierras, admiraron, trabajaron, aprendieron a amar a esta tierra. Pero también ahí estaban los hermanos Macías, Lucas Vallarta, Leonel Rodríguez. Mauricio Porras, Luciano Jiménez y muchos mas que hicieron de la costa santiaguense un campo fértil y lleno de promesas.

En los veintes, Santiago enfrentó el peor desastre natural de su historia. En la noche de año nuevo de 1926, una terrible inundación convirtió en un solo rio los cauces del Santiago y el San Pedro. Solo en esta ciudad hubo 30 muertos que fueron sepultados al pie de la cruz en el cerro grande. Nuestro pueblo conoció de la solidaridad de la Cruz Roja internacional y cambió la traza urbana. Después de la tragedia se reconstruyeron las escuelas primarias del centro histórico y la Narciso Mendoza pasó a ser la Eduardo Martínez Ochoa (EMO) cuya construcción es elevada fundamentalmente para soportar otra inundación como la del 26.

En los años 30, a pesar de la crisis, el cultivo del tabaco se siguió extendiendo; la Compañía el Águila, se convirtió en Comercial Nayarita y el reparto agrario de las antiguas haciendas se efectuó no sin problemas y convirtió al municipio en un mosaico de ejidos. Nada de eso influyó en el negocio del Tabaco que seguía creciendo con pequeños propietarios o con ejidatarios. Para esas fechas, Santiago ya era el centro agroindustrial que lo caracterizó en el siglo XX. Cientos de hombres y mujeres trabajaban en los plantíos o en las bodegas de curado de la planta y los domingos de temporada ya eran un hervidero de gente.

Para entonces, en 1937, se inauguró el mercado Revolución y comenzó a practicarse uno de los deportes emblema de esta tierra, el beisbol que terminaría convirtiéndose en una pasión para los santiaguenses. Los Tabaqueros de Santiago nacieron por esas fechas, auspiciados por la afición de los técnicos y trabajadores de las compañías.

La gran guerra mundial trajo un incremento de la demanda de tabaco y demás productos agrícolas y por lo tanto mas trabajo y prosperidad. Al término del conflicto, nuestra ciudad fue beneficiada con un Ensayo Piloto de Educación básica organizada por la UNESCO que tuvo consecuencias educativas, culturales y sociales para las generaciones futuras.

Como en ninguna otra región en nuestro país, el valle de Santiago, como lo nombraban los especialistas nacionales y extranjeros que vinieron a transformar la realidad social de pueblos que estaban en la insalubridad, en la pobreza y en la ignorancia pusieron su grano de arena para transformar dicha realidad.

A mi no me queda ninguna duda Que la confluencia entre este importante proyecto educativo cultural, la prosperidad del creciente mercado del Tabaco y la estabilidad política y social de esos años confluyeron para hacer de Santiago un pueblo distinto, El Ensayo Piloto de UNESCO comenzó en 1948, la Feria de la Primavera y su estandarte cultural, los juegos florales, nacieron en 1953. Las reinas de la feria se convirtieron en símbolo viviente de la belleza costeña y la fiesta religiosa devino también en festejo deportivo, cultural y artístico. A ello confluyeron muchos santiaguenses como José María Narváez, Julio Mondragón, Rigoberto Trujillo y muchos jóvenes santiaguenses de entonces.

De los cincuenta nos vienen los recuerdos de pueblos que van creciendo en capacidades colectivas; el deporte jugó un papel fundamental en la búsqueda de la identidad, Los Diablos Rojos de Santiago son recordados como los mejores basquetbolistas que hayan pisado canchas santiaguenses y los Tabaqueros iniciaron sus hazañas en el Beisbol, primero en la liga de la costa donde compartían Standing con los Venados de Mazatlán o Tomateros de Culiacán o los Diplomáticos de Tepic. Aquí jugaron gigantes del beisbol nacional y jugadores de Ligas Mayores atraídos por la prosperidad agrícola.

De los cincuenta también nos retumba el eco de los rumbosos bailes del Casino de Santiago, el poema de Eduardo Cataño Lemus “A Santiago Ixcuintla” donde le cantaba “Santiagueño Mariachero, nací en la orilla del rio, no recordara a Santiago, sin la creciente del rio, que pretal tiene Santiago, que chavindas lleva el rio…” Salvador Novo visitó nuestro pueblo y dejó un pequeño testimonio de su paso. El Ensayo Piloto había dejado profundas huellas en la conciencia no solo en las élites sino también en el pueblo trabajador.

De entonces, y gracias a la audacia del inolvidable cura Demetrio Siordia, viene también, el traslado del arco y de la cruz y el medallón colonial de San Marcos Cuyutlán a la iglesia de Santiago que le dan ahora su identidad. Sin duda el padre Siordia es un personaje infaltable en la historia de nuestro pueblo, por su amplia cultura y por su particular carácter.

En los sesenta, los jóvenes santiaguenses comenzaban a estudiar más allá de la secundaria (que además había sido un aporte del ensayo piloto), se había fundado la preparatoria y los muchacho santiaguenses comenzaron a traer las costumbres de la ciudad. Comenzaron los bailes de la mutualista y se popularizó el famoso “baile del kilo” donde se pagaba de acuerdo al peso del asistente. El rock comenzó a sonar por las empedradas calles y las paleterías, como “la Triunfo”, se convertían en centros de encuentro y aún de baile de los chamacos que seguían festejando el domingo dando vueltas por la plaza después de ir a misa de 6.

En los sesenta, la televisión llegó a Santiago, los niños del cerro nos arremolinábamos en el piso de la sala de don Rogelio Peña “El Sacachispas” para ver las olimpiadas, el mundial de futbol o Tarzan o Tierra de gigantes.

En los setenta, nuestro pueblo era ya una ciudad de 20 mil habitantes, más próspera que nunca. Era sin duda, un bello lugar para vivir y trabajar. Los días de escuela en la secundaria federal, los fines de semana de trabajo en el mercado y las tardes lúdicas y románticas en el café Valhala, para mí, no había otro lugar más cercano al paraíso que este, con historias que combinaban el amor a las más bellas mujeres del mundo con la amistad y solidaridad de los mejores amigos de siempre.

No lo digo solo por haber vivido esa época en este bello pueblo, en mis pasos como economista constaté, con los datos de rigor, que 1975 fue el año donde el ingreso real de productores de tabaco, campesinos, comerciantes, transportistas y prestadores de servicio en general estuvo mas alto que nunca. Eras los años de tractores, camionetas y bandas de música al final de cada temporada con las “liquidaciones”. Sin embargo, todo eso comenzó a declinar. Las malas decisiones de política económica, la petrolización de la economía y sobre todo, la concepción de los hombres del poder de que el mercado por si solo ordenaría el desarrollo económico y la cohesión social, con lo que le dio al traste a este paraíso conocido como La Costa de Oro.

En 1986, por una orden presidencial comenzó a hablarse de una desincorporacion de TABAMEX, en 1990, los gobernantes del país decidieron disolverla y entregar el negocio a los consorcios privados que redujeron en pocos años las áreas de cultivo de 34 mil has y solo 6 mil. El circuito que hacía funcionar a la economía regional y le daba cohesión a la estructura social. A partir de los 90, toda la comarca costeña comenzó a caer en la depresión económica, expresada en el desempleo, en la migración y en una creciente descomposición social.

Quizá el fin de una época se simbolice con una última pincelada de progreso y el adiós de dos amigos en la última etapa de su vida; El encuentro de don Manuel Narváez y de don Julio Mondragón atravesando a pie el nuevo puente sobre el rio Santiago con una banda de músicos tocando a su lado.

Hoy los retos de los santiaguenses son otros. Son los que tuvieron ellos en su momento, como generar un cambio de época, como crear nuevas formas de creación de riqueza y todavía mejores formas de distribuirla. Yo soy optimista, quizá heredamos de ellos el aprecio de la cultura del esfuerzo, el apego de las tradiciones y sobre todo, el profundo amor a nuestra tierra.

Santiago Ixcuintla, Nayarit a 19 de noviembre de 2010